viernes, 8 de agosto de 2014

MUSA

Aunque no lo creas
todavía sos mi musa
aún lejana y difusa
es tu magia negra
la que desde las tinieblas
continúa inspirándome.

Presente en tu ausencia
y supervisando mi soledad,
susurrándome al oído
cuando me invento un pretexto
para desencadenar en mi memoria
los más dolorosos recuerdos
de aquello que he probado
sin llegar a acostumbrarme,
pues fue un eterno primer día
donde tus ojos desafiantes
y tu piel trigueña
destilaron ebriedades,
ilusiones de futuro y
rémoras del pasado
sintiendo del presente
el constante devenir
de los esclavos del tiempo
que han cometido
la imperdonable insurrección
de soñar un mismo porvenir.

Un brebaje turbio
y una bocanada de humo
es todo lo que me queda.
También, claro, las penas,
los suspiros y la música,
mis gatos, mi familia,
mis amigos,
la hermosa ciudad
en la que vivo
y un exhaustiva
inclinación
por la
escritura.

jueves, 7 de agosto de 2014

CROMÁTICO

es verde
violeta y
azúl
nuestro amor
de colores fríos,
como el bosque,
la vid y el río
del paisaje mendocino
que aún no hemos
contemplado.

¿qué es este cromático
círculo loco,
contendor de lo infinito,
sobre el que sistemáticamente
damos vueltas y vueltas?

deambulantes por el cromo
sin saltearnos ni un color,
sobre cada uno de ellos
nos arrastramos reptando,
por entre la variedad
de pigmentos
fluímos errantes
despreocupados.

te prometo mil
distintas posibilidades
de lo más variopintas
de todo aquello
que ya se ha visto:
desde un celeste flúor
hasta el gris más desganado,
el carmesí del rey,
un tipo de azúl,
el rosa de un flamenco,
o la inconmensurabilidad del color
en el oscuro abismo
de un ojo ciego.

es tan difícil asimilar
entre esta parva de alteridades
que conforman el universo
de lo conocido y lo coloreado
a la multiplicidad de tonos
que dan vida a lo que observo.
individualizar a cada uno
distinguiendo entre los tonos
es a veces tan absurdo
como buscar dentro del cromo
el color de la vida,
la tez de la muerte
o la tonalidad del amor
en la paleta del pintor
donde ya todo está mezclado.

ninguna búsqueda genuina
puede teñirse de superflua
la experiencia del camino,
lo aprendido y lo enseñado,
enaltecen al espíritu,
como el secreto de los colores
que me ha sido revelado.
según cuenta la leyenda,
entre aquellos que conocemos
aún espera algún pigmento
ser finalmente encontrado.
¿será éste el color del futuro
en el que devinieron nuestros pasados?

GENIO MALIGNO

Perpetuando la adolescencia
sumergido en aquel éter
de besos y fricciones
música balcón adicciones
guiones de ficciones
de todos los colores
para cuando llores
y explores
dentro tuyo
la ceguera del espíritu
la oscuridad absoluta
que se proyecta en otro plano
de claridad y distinción
de aquel cógito cartesiano
dualismo del meditador
buscando a qué aferrarse
para aplacar el dolor
y comenzar su camino
con el pie correcto
que no siempre es el derecho
pero resulta indistinto
pues perfecto
el camino ilumina
roza lo sublime
trasciende lo intrascendente
como tus besos
o las charlas
de miradas
perpendiculares o paralelas
binomio que a la larga
me resulta indistinto
pues perfectas
las miradas iluminan
rozan lo sublime
trascienden lo intrascendente
como tus besos
que también
se manifiestan
perpendiculares o paralelos
innatos
inmutables
impregnados
los llevo encadenados
a mi pierna izquierda
que no siempre es la peor
pero me resulta indistinto
total están ahí
innatos inmutables
impregnando a su paso
que es el mío
todo lo que tocan
tornándolo
frío
o cálido
según las ocurrencias
de aquel genio maligno

CUERPO Y ALMA

Cuerpo y alma son uno, no dos.
Todo lo que le sucede en nuestra carne,
todo lo signado por el tiempo y el espacio,
encuentra un portal a lo trascendente
en nuestro interior.
Correlato de lo uno en lo otro,
correlato de aquello en sí mismo;
pues es a través del cuerpo
que se expresa el alma,
y es bondad del alma
perdonar al cuerpo.

Cuerpo y alma son tapa y contratapa
de un libro dinámico
cuyas palabras
cambian
constantemente
¿el orden?
La última sintaxis,
la verdadera sintaxis,
no entiende de conceptos ni de lógica.

La única separación posible,
la dualidad dicotómica,
jamás ha sido más
que la sublevación misma
de nuestra mente.
Su maldita pretensión
de entendimiento y razón,
es en sí mismo
el terror
a todo aquello
que nos moldea
y que nos excede.
Como orfebres del devenir humano,
el amor, el odio, la vida
y la muerte.

Cuando se desgarra la piel, alguien llora.
Cuando te engañan los besos, llorás.
Si te viese llorar, lloraría.
Llora quien se ha quedado solo,
engañado por su voluntad.

Los ojos.
Los ojos son el lomo del libro,
el nexo entre la tapa
y la contratapa,
que abraza incensantemente sus páginas,
de principio a fin.

Mas para cumplir su cometido
el lomo se priva del contenido,
pues esencialmente está destinado
a mirar siempre hacia afuera.
Gracias a ello
sucede la magia
de expresar con una mirada
o con una lágrima,
lo propio amorfo
que nos articula
y desarticula,
que nos embebe
y nos seca
de energía.
Lo más hondo.
Lo simple.
Lo que no está escrito
en ningún lugar.

TU SILENCIO

cuando reina el silencio te ves desafiante.
tu mirada parece desbordar de subyacencias
inverosímiles para quien ya te ha leído.
hormonás el ambiente volviéndolo filoso,
hasta desgarrar nuestra ropa
y arrojarnos contra el suelo
en un desenfreno erógeno,
donde solo corrompe al silencio
tu gemido visceral.

saldríamos a caminar los barrios
suburbanos de tu burbuja.
encerrada, inconclusa,
te encuentras sepultada en nada.
sos niña aburguesada
que de los placeres burgueses
solo conoce la jarana
y vive anestesiada
con drogas de bataclana
para sentir cerca a la fama
y sentir aún más lejos el final.
es que tu alma yace en cama,
y tus neuronas sin estrenar.

no le escribo a tu apostura,
le escribo a tu silencio,
a la magia que transforma
lo banal en trascendente,
lo inconducente en contenido
y lo profano en realidad.
al silencio como ecosistema
deberías adoptarlo,
comprenderlo al transitarlo
degustarlo y comprometerse
a no quebrar el silencio
con un balbuceo inerte.

pretendés el amor de un poeta,
de tu boca lo he escuchado,
pero no bastará tu saeta
ni tu alianza con el silencio,
quien tenga algo de olfato
notará tu olor a encierro.
no engañarías ni a un niño
pues el niño, después de todo
trovador de algún modo
poeta de pura cepa
se aburriría ante tus relatos
de boliches y otras ciencias.

¡pero qué bien lucís el silencio!
conmueve tu discurso.
y aunque aquí el fin
justifique a los medios,
si no te encinto la boca
es porque me gustan tus besos,
pues ahí tu enunciado
se entremezcla con el mío
y a los dos invita el destino
a recitar mudas coplas.

acepto tu propuesta, salgamos a pasear
pero tendrá que ser
antes de que el rayo
rompa el silencio.
no quiero que ese ejemplo
pervierta tu dignidad
de labios apretados,
de historias sin contar.

vayamos a tomar algo,
caminemos por Corrientes.
no me invites a tus fiestas
ni me presentes a tu gente,
puede que hasta nos divirtamos
revolcándonos a la pasada,
te prometo que te llevaré al teatro
si tu prometes no acotar nada.

DIONISIO

A solas y embriagándome buscando encontrarte mía en el fondo de alguna botella
para darme cuenta luego de que solo estaba yo detrás de cada último trago.
La voluntad etílica ha de haberse expresado.
Como mortal obedezco pues no logro comprender
cuando Dionisio confabula una soledad en la que estás tan presente.

INTERTEXTUALIDAD ONÍRICA

sos lugar común en mis sueños
porque te materializás en cada uno de ellos,
intangible.

la locación se repite, ninguna de las melodías
desentona.
siempre en buenos aires.
con la anarquía como gargajeada sobre sus calles
sobre su gente
sobre su arte
sobre sus mentes
inconsciente, subyacente
rigiendo todo a través del todo
trascendente, contrastante
implícito.
tásito.

el problema del sueño es que no se adecúa al tiempo,
al menos no talcual me lo enseñaron.
como un relato enmarcado
en la trama de un cuento,
un lapso de azar
entre tanto previsible,
entre tanto lineal.
no sé si sos un sueño.
no sé si estoy soñando.
no sé si recuerdo el sueño,
o sueño que lo estoy recordando.

¿te estoy dando la espalda
o te estoy mirando de frente?

ATARDECER

Es difícil lograr
que la noche lo contemple a uno.
Pero si la noche enseña tanto
es porque de algún modo
aprende.
Lo veo en sus ojos
cuando miro a la noche de frente.

¿Para qué insistir entonces
una y otra vez
con el mediodía eterno
olvidando que la noche
permite observar
la trascendencia del universo?

Tratar de ser como el atardecer
es atardecer el impulso
de trarar de ser como.
El atardecer,
por más que tarde en ser
jamás sera
atar del ser.

Mirando a la noche de frente,
el eclipse de uno mismo,
ante la luz de la oscura
profunidad de lo que perdura;
lo mismo que vio el antiguo,
la musa que inconsciente anhelaba,
una búsqueda que desconocía
hasta que encontró lo que buscaba.

Para volver a nacer,
primero hay que saber morir.
Para volver,
morir y nacer,
atardecer
día a día como él,
a tar de Ser,
que te transformas en noche
y me iluminas.

LENGUAJE

Yo te hablo, tú me hablas,
él te hablará, sí,
pero lo importante es que nosotros hablamos.
Afortunadamente, las palabras ya no me alcanzan.
Desafortunadamente, no puedo dejar de hablarte.
Yo te hablo, tu me hablas.
De nada.
Solo hablamos.

¿Habremos llegado al límite de nuestro lenguaje?
Parece injusto,
pero no lo es.
Llegamos al punto donde todo lo limitado
nos limita.
Frente a nosotros, la más noble insatisfacción de las palabras,
cuya impronta es la de mantener vivo un fuego que todavía no ha sido,
nuestro fuego
que en su hambre de ser
reposa en su eternidad,
eternamente.

Pienso en música.
vibraciones sonoras que todo lo dicen
sin decir nada.
Eso sí que supera a las burdas palabras.
¿Será acaso porque delega a la interpretación
la pureza misma del significado?

Si fue posible para la tradición diseñar un sistema de escritura
capaz de eternizar la faceta trascendental de una melodía,
la notación musical,
solo es cuestión de tiempo para que nosotros desarrollemos el nuestro.
El que nos corresponde.
Siniestro plan maestro del significante
cuyo significado te reclamo.
Tocame, besame, sentime, inspirame.
Quiero tocarte, quiero besarte, quiero sentirte.
INSPIRAME.
Necesito leerte para escribirte, necesito acariciarte para imaginarte,
escupir el gruñido descarnado de tu carne, de tus tripas, de tu risa, de mi prisa.

Necesito tenerte para desearte, necesito tu fuego para encenderme.
Necesito leerte para escribirte,
aquel plan titánico y estrambótico de moldear con palabras todo lo que me resulta ajeno,
aquello que no imagino.
Lo que sos, lo que sentís, el nombre de dios, la melodía de tu voz, los acordes del viento.
Un color que no concibo.
El sollozo de un bandoneón disconforme con el óxido del tiempo.

Detrás de todo eso estás vos.
Que sos todas las palabras y a la vez ninguna.
Vos, nuestro nuevo código y vos,
de sonido sinfónico,
de gramática erógena,
y que por ahora
se escribe en distancias.

DE MENTE IMPOTENTE


Algunos alegarán que no tengo suficientes razones para quejarme. No me sorprende. Esos mismos otarios sostienen que debería estar agradecido de poder tenerte al menos aquí, en mi memoria.

El movimiento del universo azotó nuevamente con rigor devolviéndome a la vieja coyuntura. Acá estoy yo y allá estás vos. El recuerdo es impotente cuando es hiel lo que corre por mis venas y brota por mis poros.

Ellos, los conformistas de las recreaciones, ignoran la manera en que se desenvuelve nuestra mente. Olvidan que la memoria impregna de atemporalidad a sus recuerdos. No son conscientes de que aquello que permanece en la memoria es tan solo una fotografía del cosmos que nosotros mismos creamos, en ese preciso lugar, y en aquel preciso instante. Sin embargo, ya no somos la misma lente que capturó aquella esencia estática, romántica y eterna.

Maldita impotencia. Idénticas razones me impiden, al reproducir una melodía en el interior de mi mente -sirviéndome aquí de la memoria-, desencadenar el regocijo excepcional que solo la música viviente en mis oídos suscita.

Necesito volver a experimentar la disolución de mi ego en tu esencia.
Lamento que realmente no puedas estar en mi mente.
Aquí solo cargo con algunas migajas que logré robarte.
En el reino del cuestionamiento no hay lugar para tu ternura.

Demente impotente.
El recuerdo más perfecto es, después de todo, aquel látigo con el que uno se autoflagela hasta el reencuentro, o hasta el olvido.